Somos lo que comemos

Ene 6, 2020

Cuantas veces lo hemos leído, lo hemos escuchado, nos lo han dicho para que mejoremos nuestras ingestas… ¿Sabemos por qué comemos? Seguro que sí, pero repasemos: para obtener nutrientes de los alimentos, para estar sanos, para tener energía, fuerza… pero también para acompañar, para comer con otros, compartir, tener placer, alegría, mejores estados emocionales, y la lista sigue…  

Con tan son solo pensar en una comida y luego poder comerla, arranca indefectiblemente el maravilloso proceso de la digestión que convertirá a los alimentos que componen nuestra comida en nutrientes, y luego a los nutrientes en células, tejidos, órganos, sistemas, hormonas, energía.

¿Creemos que simplemente con tragar el alimento obtendremos los nutrientes? 

Pues no es así. El proceso de la digestión es largo y complejo. Por eso, para no complicarlo más es saludable tener conciencia de la elección de los alimentos, la compra, el guardado, el proceso de preparación, la espera paciente de la cocción o bien del proceso de fermentación, de la combinación de los diferentes alimentos, de servir, masticar, degustar, tragar… y hasta aquí no más, porque lo que sigue luego en nuestro cuerpo es un proceso involuntario, sucede… digestión, metabolismo, absorción de nutrientes. Es aquí cuando los alimentos ya son parte de nuestro cuerpo: es cuando somos lo que comemos.

Por eso comer implica siempre simplificar (deconstruir) el alimento para construir nuestro corazón latiendo enérgicamente, el cerebro pensando, huesos seguros de sostener nuestro cuerpo, emociones propias del diario vivir, hormonas haciendo sus preciosas tareas, sangre llevando nutrientes para alimentar y toxinas para eliminar, músculos en movimiento, o en calma, etc.

Y recordemos también que la cultura nos atraviesa en el acto de comer, aunque no siempre las comidas que devienen de nuestras culturas conectan perfectamente con nuestra fisiología digestiva. Esto lo charlaremos en otra nota para comprender cómo se beneficia o perjudica nuestra digestión según la composición química de la mezcla de alimentos que elegimos culturalmente consumir a diario.

Para comenzar, nos beneficia elegir los mejores alimentos, los genuinos y reales, locales, de estación, los que no tienen lista de ingredientes ni pirámide nutricional ni código de barras, los que vienen sin packaging, envasados al vacío naturalmente en sus envases de origen (cáscaras, pieles).  

Somos una materia que se transforma en energía, y somos lo que comemos, pero además… cómo comemos, cómo descansamos, cómo nos divertimos, cómo trabajamos, y la lista sigue…