La FAO y el nuevo liderazgo chino

Dic 21, 2019

Comparto una pequeña parte de una clarísima y extensa nota (2019) de:
TIZIANO GOMIERO y MONICA DI DONATO

(FAO: Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura)

El pasado 23 de junio (2019), durante la 41ª Conferencia General de la FAO celebrada en Roma, Qu Dongyu, ex viceministro de Agricultura de la República Popular China, fue elegido nuevo director general de la FAO, con mayoría absoluta, para los próximos cuatro años. Qu Dongyu, agrónomo, recibió su doctorado en agricultura y ciencias ambientales por la Universidad de Wageningen (Países Bajos). Cuenta con treinta años de experiencia en el campo de la innovación tecnológica, en la planificación de políticas para el desarrollo rural y en el de la cooperación agrícola internacional, como responsable de la cooperación agroalimentaria entre China y los países asiáticos, africanos y latinoamericanos.

Qu Dongyu, al presentar su programa, hizo hincapié en la importancia de involucrar a la sociedad civil en las decisiones relacionadas con el uso de nuevas tecnologías en el sector agroalimentario, en particular en lo que respecta a los OGM* y la agroquímica. En este sentido, Qu Dongyu aseguró que bajo su liderazgo, temas como la bioseguridad y el impacto ambiental de la agroquímica se considerarían de fundamental importancia. También destacó su interés en centrarse en la erradicación del hambre en las regiones pobres, modernizar la agricultura en las zonas tropicales y secas, y promover la digitalización del sector primario, temas que le han proporcionado el apoyo de muchos países de América Latina, entre ellos Brasil, Venezuela, Nicaragua, Uruguay, Argentina y Perú. En línea con la política de bioseguridad del nuevo director de la FAO parecería estar también México (aunque no se conoce su voto), uno de los pocos países en el mundo que ha logrado detener el avance del negocio de los cultivos transgénicos gracias a un potente tejido de actores sociales y organizaciones campesinas.

*OGM: Organismos Genéticamente Modificados

¿Qué pasa con los cultivos GM en Argentina? 

El mundo de la biotecnología afirma que los cultivos transgénicos son la respuesta necesaria a los problemas del hambre y la pobreza. Si esto fuera cierto, los argentinos deberían estar entre las personas mejor alimentadas, más ricas y felices del mundo. En Argentina (43 millones de personas) se cultivan 22,5 millones de hectáreas de cultivos transgénicos (alrededor del 50% de las tierras cultivables), entre soja, maíz y algodón. El país produce una cantidad de alimentos que podría potencialmente alimentar a 400 millones de personas7,8. La soja GM y el maíz GM representan casi el 20% del valor exportado. Sin embargo, sorprendentemente, la visión milagrosa alrededor de los GM narrada en el mundo de la biotecnología no parece haberse hecho realidad.

A pesar de los cultivos transgénicos y la enorme productividad de la agricultura argentina, la realidad es que el 52% de los menores (seis millones de niños y adolescentes) vive en la pobreza (el 40% no tiene libros en casa, por ejemplo, o un 40% no puede permitirse ir al dentista). El 13% de los menores argentinos vive en estado de subnutrición. Desde el año 2010, cuando se creó el Barómetro de la deuda social de la infancia, que mide la pobreza y los problemas sociales de los niños, la pobreza infantil nunca ha estado por debajo del 40%. Por decirlo en términos más llamativos, pero al mismo tiempo dramáticamente reales, ¡Argentina, considerada uno de los graneros del mundo, no logra alimentar a sus niños!

Pero no sólo no los alimenta. En Argentina, se usan actualmente más de 300 millones de litros de agroquímicos al año (eran 35 millones en los años noventa antes de la introducción masiva de los cultivos Gm9), con una tendencia de aumento del 10% por año. El aumento del uso se corresponde con la necesidad de aumentar la cantidad por hectárea debido a la aparición de resistencia a los herbicidas (glifosato) en las ‘malezas’. Así que los productores utilizan cada vez más cantidad de glifosato y además lo mezclan con otros productos. El Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria de Argentina, señala que, en la década de los noventa, se utilizaban unos dos litros por hectárea de cultivo, mientras en la campaña agrícola 2011/2012 llegaron a utilizarse nueve litros por hectárea10,11. 

Tal y como señala la Red Universitaria de Ambiente y Salud (Reduas) y los médicos de pueblos fumigados, se estima una dosis promedio a nivel nacional de unos ocho litros por persona, que puede alcanzar los 30 litros por persona o más en las regiones donde se cultiva la soja GM (unos 12 millones de personas que conviven con las tierras de cultivos agroindustriales). El gobierno argentino siempre ha considerado que el glifosato es inocuo para la salud humana, por lo que no considera necesario establecer límites para su uso. El enorme uso de herbicidas, debido a los cultivos transgénicos, ha contaminado el suelo y el agua, y está exponiendo a la población rural a diferentes tipos de enfermedades. 

En 2010, con su grupo de trabajo, el toxicólogo argentino Andrés E. Carrasco publicó un importante trabajo científico en el que mostraba cómo el glifosato interfería en el mecanismo de desarrollo del embrión en vertebrados. El trabajo concluye que los herbicidas a base de glifosato tienen efectos teratogénicos (es decir, inducen malformaciones en el embrión) en los vertebrados, y que esto podría explicar los casos de malformación que se encuentran en los recién nacidos, en áreas rurales donde se utilizan ampliamente tales herbicidas. Después de la publicación del trabajo, el profesor Carrasco recibió amenazas personales, y su trabajo fue ridiculizado por el propio ministro de investigación científica argentino. 

En 2010 se formó la citada Reduas con el objetivo precisamente de hacer un seguimiento de la salud humana y la degradación ambiental producida como consecuencia de la actividad productiva, en general, y agropecuaria, en particular. El monocultivo intensivo de organismos resistentes a herbicidas está también degradando y matando los suelos, y se está expandiendo gracias a la deforestación de lo que queda del patrimonio natural del país. Philip Lymbery, un crítico de la ganadería industrial, en su La carne que comemos: el verdadero coste de la ganadería industrial (2017), hace un buen resumen de la situación en Argentina.  

¿Quién se está beneficiando con los OGM en Argentina? Pocos grandes terratenientes y los grupos de presión asociados a los OGM y a los agroquímicos.