Procesos industriales de extracción y refinación de los aceites

Mar 7, 2020

En una apretada síntesis, el proceso es más o menos el siguiente, aunque, tal vez con los grandes avances de la tecnología haya cambiado… ¿beneficiándonos?

De las semillas y frutos oleaginosos (girasol, chía, coco, maíz, lino, algodón, uva, aceituna, etc.) se extrae aceite a través de un proceso de compresión mecánica. Según la calidad de la prensa, si el proceso se realiza en frío, se puede extraer entre el 10 y el 18% del aceite contenido en las semillas o frutos. Se obtiene aquí el aceite de 1° prensada en frío, extra virgen, con todas las grasas saludables intactas del fruto o semilla que le dio origen, que recordemos, casi todas se vuelven tóxicas si se las somete a temperaturas por arriba de los 40°C. (Ver nota Grasas saludables)

Como solo el 18 % de la extracción no es rentable para la industria aceitera utilizan temperatura calentando las semillas entre 80 y 100°C, previo al prensado. El aceite remanente aún contenido en las semillas se extrae en un segundo proceso, con la ayuda de solventes derivados del petróleo: hexano, haciéndose hervir la mezcla.

Lo obtenido se somete luego a temperaturas del orden de los 150°C a fin de separar el solvente por evaporación, proceso que nunca alcanza a ser totalmente eficiente, por lo tanto deja residuos tóxicos. Posteriormente se utilizan tratamientos con soda cáustica y/o ácido sulfúrico para corregir la acidez y neutralizar el aceite.

Se obtiene hasta acá el aceite “crudo”, que requiere ulteriores procesos de refinación para poder ser envasado. En el proceso de neutralizado se utiliza hidróxido de sodio que al combinarse con los ácidos grasos libres, permite la separación del jabón producido. Luego se realiza el proceso de desengomado que hace perder fosfolípidos, lecitina y minerales como: hierro, cobre, calcio, magnesio.

Posteriormente viene el blanqueado proceso que se realiza a temperaturas del orden de los 110°C, con decolorantes como el hidrosilicato de aluminio, para eliminar pigmentos. Luego se desodoriza a 180 y 270°C, para eliminar los sabores y olores del aceite producidos por el mismo proceso industrial, ya que no estaban presentes en las semillas.

Y por último, se le agregan antioxidantes artificiales para impedir que se vuelvan rancios.

A esta altura, lo obtenido, es un líquido transparente, insaboro e incoloro sin ningún valor nutritivo: son sólo calorías vacías, las calorías que aportan las grasas, y de configuración “trans”.

Las investigaciones científicas dan cuenta que estas grasas trans son propensas a acumularse en el hígado, donde podrían contribuir a la enfermedad del hígado graso, y en el caso de las arterias, contribuir a la aterosclerosis (endurecimiento de las arterias).

Estas grasas también promueven, por nombrar algunas patologías, la obesidad, el letargo, la prediabetes, las migrañas, la colitis ulcerosa, etc. Esto sucede porque las grasas trans se comportan como toxinas que se van acumulando en los tejidos porque el cuerpo no los puede eliminar con facilidad. Causan inflamación en nuestro organismo. Lamentablemente están presentes en la alimentación de la mayoría de los hogares.

Por suerte tenemos la posibilidad de aprender, tomar conciencia y reparar lo que hasta ahora creíamos que estaba bien. Por suerte nuestro cuerpo tiene siempre la posibilidad de mejorar todas sus funciones cuando le damos los materiales sanos… alimentos reales, genuinos, provenientes de la naturaleza.