La leche es para los lactantes

Ene 2, 2017

La leche materna es un alimento completo, ella sola es capaz de nutrir y hacer crecer a un bebé. Tiene proteínas, grasas, carbohidratos, minerales y vitaminas de una forma totalmente asimilable por el lactante.

Sin embargo, el sentido común nos dice que la leche es para los lactantes y que en la naturaleza los animales adultos no maman y menos de hembras de otra especie.

El sentido común no engaña, la leche es para mamarla; de hecho en cuanto se ordeña comienza a descomponerse a gran velocidad. La industria lo soluciona esterilizándola con calor. Así ya es «potable», pero… ¿tiene los mismos beneficios y es igual de asimilable que la que se mama?, ¿será lo mismo «mamar» de la madre que de la vaca?

«Nos nutrimos de lo que asimilamos, no de lo que comemos». Numerosos estudios científicos señalan a la leche como uno de los factores implicados en muchos problemas de salud actuales.

La transformación de la leche

Desde que en 1856 Louis Pasteur descubrió que cocinando los alimentos se destruían los microorganismos causantes de su descomposición, la pasteurización ha sido aplicada en la industria alimentaria, especialmente en la láctea.

En el proceso de pasteurización (calentamiento a 74ºC durante 15 segundos, seguido de enfriamiento rápido a 4ºC) se destruyen los microorganismos indeseables, pero también vitaminas y enzimas necesarias para la digestión de su alto contenido proteico.

Estos inconvenientes son mayores en la leche esterilizada a altas temperaturas, la UHT de larga duración (calentamiento durante 3 segundos a 150ºC seguido de enfriamiento a 83ºC y envasado).

En la leche sin pasteurizar los microorganismos se multiplican a grandes velocidades; esto también ocurre, aunque a velocidades menores, en las leches pasteurizadas, tal como lo dice la ley americana a este respecto: «La leche pasteurizada no debe contener más de 20.000 bacterias por mililitro y no más de 10 organismos de especies coliformes».

A pesar de refrigerar los envases de leche una vez abiertos, la población microbiana (buena y mala) puede doblarse en 35 horas.

El carácter antigénico de las proteínas lácteas

El bebé humano asimila totalmente las caseínas de la leche de su madre, pero no puede hacer lo mismo con las caseínas de la leche de vaca, que pasan al intestino delgado parcialmente digeridas, debido al efecto neutralizador que ejerce la leche sobre la acidez estomacal necesaria para su ruptura.

En condiciones ideales, las proteínas de la leche no digeridas o no descompuestas, son retenidos en el intestino y expulsados junto con la materia fecal.

En las personas con deficiencia de IgA son absorbidas en el flujo sanguíneo en su totalidad y contribuyen al desarrollo de una variedad de enfermedades relacionadas con la autoinmunidad, incluyendo artritis reumatoide, lupus, cánceres…

En resumen: los lácteos tienen un alto contenido en antígenos que «agotan» el sistema inmunitario, haciéndolo más vulnerable a las infecciones y a enfermedades directamente relacionadas con nuestro sistema inmunológico.

Se han descrito muchos problemas relacionados con los lácteos: problemas circulatorios, alergias, inmunodepresión, diabetes juvenil, enfermedades otorrinolaringológicas, asma, mucosidades, especialmente en los órganos genitales femeninos y en el aparato auditivo.

Conclusión sobre los lácteos

La leche materna proporciona las necesarias IgA para realizar el desarrollo y la integridad funcional del tracto respiratorio e intestinal del niño, mientras que la leche de vaca está totalmente desprovista de su anticuerpo esencial.

Todas las personas con problemas de salud deberían disminuir al máximo los lácteos, pero las que padezcan de alergias cutáneas o respiratorias deberían suprimirlos totalmente y también todos los alimentos industriales que contengan caseína. Las caseínas están presentes en todos los lácteos (leche, quesos, yogurt), siendo más problemáticas en los quesos industriales, por su mayor concentración.


Fuente: www.vidasana.org
Olga Cuevas
Doctora en Bioquímica