La sal integral de buena calidad

Ene 3, 2017

Numerosos investigadores nos cuentan que cuando en las células de nuestro organismo faltan minerales o sus combinaciones “las sales”, NO se pueden utilizar el resto de los nutrientes, entonces, las células no pueden desempeñar sus funciones especificas, produciéndose un gran desequilibrio.

Si la falta de sal integral es constante, comienzan a resentirse las funciones más importantes, ¡las más vitales!… la formación de la sangre, el funcionamiento del hígado, de la hipófisis, de la tiroides, ¡que nos sostengan los huesos!, en fin… los principales tejidos son vulnerados y aparecen las alteraciones: anemia, falta de energía, dolores en las articulaciones, hipertensión, celulitis, retención de líquidos y un sistema inmunológico debilitado. De ahí que la calidad de la sal que ingerimos todos los días es vital.

La sal común (cloruro de sodio) es una sustancia tóxica

La sal común o sal de mesa es una sustancia refinada, blanquísima, muy purificada (cuanto más fina y corrediza… ¡peor!), compuesta “solo” por cloro, sodio y con el agregado de iodo en algunos lugares. Está privada del resto de minerales: los microelementos u oligoelementos, sustancias esenciales que dan el equilibrio iónico y que “deben acompañar” al sodio y al cloro, para que estos elementos puedan funcionar bien, de lo contrario, les falta una parte… los complementarios o acompañantes.

El sodio forma parte de los aditivos alimentarios autorizados como seguros (¿?): espesantes, gelificantes, edulcorantes, potenciadores del sabor, mejoradores de la textura… de modo que estamos consumiendo una cantidad muy grande de sal refinada, sin saberlo. Los alimentos procesados industrialmente tienen sal común como saborizante, y como conservante, por eso, encontramos sal común tanto en productos salados, ¡como dulces! Y, claro… ¡no lo dice la etiqueta! Esta es otra razón más, para NO consumir alimentos preparados, procesados, industrializados.

Sales de buena calidad, íntegras

También contienen sodio y cloro necesarios para, entre otras funciones, reponer los líquidos que eliminamos diariamente, pero, lo más importante es que cloro y sodio están acompañados por todos los minerales necesarios para funcionar bien: magnesio, calcio, potasio, flúor, estroncio… de los que necesitamos cantidades ¡pequeñísimas!

Sal marina

Resulta de la evaporación del agua del mar, tiene un normal equilibrio de minerales porque la vida surgió del mar, es por eso que: sangre, plasma, líquidos intra y extra celulares, saliva, lágrimas, orina, transpiración, tienen muchísima semejanza al lecho marino. Contiene casi todos los elementos de los que está compuesta la “tabla periódica de los elementos” (si, esa que aprendimos de memoria en el secundario).

Sal andina (la de nuestra Cordillera de Los Andes)

Es excelente por la cantidad de minerales que posee, tiene un “patrón energético ordenado”. Esto tiene que ver con el traspaso de esa energía a nuestro cuerpo, como la que nos transfieren el resto de los alimentos sanos, naturales, vivos.

Para eliminar la sal común de nuestra mesa, comenzar a incorporar a las comidas abundantes hierbas aromáticas: perejil, romero, hinojo, ajo, albahaca, tomillo, salvia, hojas de apio; frescas o desecadas. Las algas son un buen recurso, además de otros nutrientes, aportan muchos minerales. Si no se está habituado a consumirlas, comenzar con una cucharadita de algas en escamas o en polvo, agregándolas a todo tipo de comidas.

Estos alimentos genuinos (hierbas, especias, algas) contienen minerales orgánicos de alta calidad, nuestro cuerpo los “reconoce y asimila” como propios. Cuando se cocinan los alimentos se les debe agregar la sal al terminar la cocción, las altas temperaturas rompen el patrón energético, o el equilibrio energético de la sal integral.